“Es que Malú está en Australia” dijo mi amigo,
una de las personas más brillantes e íntegras que conozco, para justificar el
hecho de que yo tengo la libertad de aparecer en un video apoyando al candidato
progresista, Andrés Arauz. Otra amiga me decía “sí es que yo soy de AA de
clóset, luego me putean si digo públicamente que votaré por él”. Como diría
Nebot ¿es esta la Rusia estalinista?
Escribo esta columna como una queja pública. Hasta
cuándo vamos a soportar quienes no apoyamos al banquero Lasso el acoso, las
burlas mal intencionadas, el public shaming, de quienes dicen ser amigos o
conocidos (ni hablar de la gente extraña que te insulta gratuitamente por redes
sociales, ese es otro mal). Pero no solo eso. Las retaliaciones son varias. Desde
perder un trabajo, contratos, ser juzgado por tuitear a favor de los indígenas
puede implicar caer en desgracia con ciertas autoridades, gerentes de empresas…
o sea, estamos hablando de perder trabajo por opinar abiertamente a favor de la
izquierda. No, no estoy exagerando, conozco casos cercanos y personalmente fui
cuestionada en mi entorno laboral por una autoridad externa debido a mi apoyo a
los indígenas durante el levantamiento de octubre de 2019. “Es que también tú
pues Malú, para qué andas opinando en redes sociales” … en serio, eso suena a para
qué usas minifalda y luego no quieres que te violen. “Por qué no le pones
candado a tus redes si no quieres que te reclamen” … y podría seguir así. En
resumen, no puedo opinar que soy de izquierda. La gente de bien es de derecha.
En este texto me referiré específicamente a
ciertos insultos dirigidos a personas que abiertamente expresan que votarán por
Andrés Arauz. Un universo de abuelos, madres, intelectuales, empresarios,
profesionales y no profesionales, líderes barriales, ganaderos, agricultores,
trabajadores informales, padres, jóvenes… todos, con profunda conciencia
social, con una intención clara de que la riqueza se distribuya en servicios
públicos e inversión estatal. Gente que vota por la idea, por el proyecto.
¿Borrego? Soy una mujer ecuatoriana que crecí y
viví toda mi vida en un país con desigualdades sociales abismales. Crecí en
una familia clase media, estudié y ejercí el periodismo antes de dedicarme a
marketing y relaciones públicas. Tengo una madre que siempre nos puso los pies
sobre la tierra a mi hermano y a mí en cuanto a la solidaridad y apoyar a
quienes más lo necesitan sin asumirlo como un show de caridad o de poder sobre
el desposeído. ¿Por qué con todo este bagaje tendría que yo apoyar al candidato
banquero? ¿Soy borrega por eso? ¿Merezco ser insultada y menospreciada por rehusarme
a votar por un candidato que en su época de banquero usó información
privilegiada y continuó especulando con los CDRs luego de la hecatombe
económica?
¿Organización criminal? Soy una mujer de clase
media, he trabajado desde los 21 años, he pagado impuestos, deudas, he
trabajado en el sector público no más de 3 años y 12 años en el sector privado.
No he participado de actos de corrupción, ni de asociaciones criminales. Por qué
debo recibir esos agravios de gente desconocida solo por querer votar por una
opción más progresista. ¿O sea que los millones de ecuatorianos que votan por
una opción de izquierda (creyendo la promesa de inclusión social, educación y
salud gratuita y universal, inversión estatal, entre otros factores) son
criminales? En serio súper básico y odiador ese pensamiento.
Hablemos del acoso pasivo – agresivo de los
amigos, de los familiares… en serio, dejó de ser chistoso hace rato. Yo jamás
votaría por Guillermo Lasso, pero hasta la fecha he insultado a mis amigos que
van a votar por él. Jamás los llamaría corruptos o borregos (y sí, muchos de
ellos sí me han hecho bromas respecto a esto y no, no me gusta, son mis amigos,
los quiero y obvio que me importa su opinión).
Tenemos que parar la cacería de brujas. Los que
hemos sido atacados, también tenemos que verbalizar que no nos gusta, que no es
correcto, es agresión por pensar diferente y en democracia, es un sinsentido.
Y termino este texto, afirmando abiertamente
que mi decisión siempre apuntará a rechazar políticas que beneficien a los
privilegiados. Como con las vacunas, no son prioridad, nunca lo fueron, pero
las obtuvieron, con musiquita de fondo y atención personalizada. Por la forma
como crecí, como fui criada, por lo que vi como periodista, siempre apoyaré la
opción que contribuya a reducir la brecha, y no, no tengo por qué recibir sus
insultos. No me voy a hacer cargo de sus problemas de rabia, en serio, vayan a
terapia.